22 dic 2008

El Señor Hojarasca (H-1)

Pocas veces caía el señor Hojarasca en la melancolía. No le gustaba sentarse a pensar en el pasado. Para él eso era perder el tiempo; y tenía formas mejores de perderlo. Sin embargo, aquella vez no pudo evitarlo. Había cumplido 58 años, edad que por alguna extraña razón detestaba profundamente, y supo que debía buscar algún momento feliz en su vida. Tras mucho pensar, solo recordó los consejos que le dio su padre el día que hizo la maleta para la universidad.

- Hijo -su padre siempre le había impresionado por su personal y potente voz. No obstante, en los recuerdos le ponía siempre la voz de Constantino Romero- recuerda bien estos dos consejos porque es el legado más importante que voy a poder dejarte -el señor Hojarasca, entonces el joven Hojarasca, atendió sin perder detalle.
- Dime, padre -contestó.
- Lo más importante en la vida es vincular patrimonio. -Hojarasca asintió con la cabeza como habiendo comprendido algo.
- ¿Y el segundo consejo?
- Trata de prejuzgar absolutamente todo en la vida. Emitir juicios a priori sobre casi todo es algo bueno y necesario.

H (como le gustaba firmar sus cartas) tardó varias décadas en entender estos dos consejos que una vez le dio su padre. De hecho, todavía no estaba muy seguro de qué significaban, pero le gustaba pensar que tenían algún sentido y que le servirían. Suspiró.

"A mis 58 años ya todo me la trae al pairo" -pensó, mientras abría el nuevo número de Casa y Jardín.

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