18 ago 2010

Interior de ballena: Una nueva forma de concebir la vivienda

Hace no demasiado tiempo un buen amigo mío hizo realidad algo que para muchos de nosotros no parecía sino una entelequia: alquilar un piso en Gaborone. Su alta satisfacción con dicha experiencia me ha llevado a querer ser partícipe del concepto de aventura, y ahora soy yo quien ha rentado una vivienda que algunos considerarían como inusual: el interior de una ballena.

Tradicionalmente los interiores de ballenas han sido considerados como algo indigno, de gente pobre. Algo casi chabolista. Dichos prejuicios han perdurado hasta hoy día, y nublan la percepción de mucha gente, que se resisten a admitir que en el mundo actual, muchísima gente, no necesariamente pobre, vive en el interior de una ballena con un nivel de lujo y comodida que poco o nada tiene que envidiar a los de cualquier vivienda estándar.

Ya en los albores del conocimiento humano, en fuentes como la Torah judía (que a nosotros, cristianos, llegó bajo el nombre de Antiguo Testamento), se tiene eco de tal difamación. Tal es así que las escrituras cuentan como Dios castigó al profeta Jonás, desobediente a sus mandatos, a ser tragado por una ballena, si bien los desconocimientos sobre la biología animal de aquella época llevaron a los escribas a hablar de dicho animal como "un gran pez", cuando es de todos sabidos que la ballena es un cetáceo, y por tanto, un mamífero. Una vez en el interior, al pobre Jonás no el quedó sino rezar durante tres días sin descanso, momento tras el cual fue liberado, estaba vez, dispuesto a seguir las órdenes de tan orwelliana deidad.



En la cultura popular moderna existen no pocas referencias a la inhabitabilidad del interior de las ballenas, siendo quizá la más famosa la mostrada por la novela "Las aventuras de Pinocho" (Le avventure di Pinocchio, Carlo Collodi (Florencia, Italia, 1826 - 1890), en el que una monstruosa caracterización de dicho animal engulle al protagonista, forzándole a escapar a toda costa.


Representación de la ballena, rebautizada como "Monstro" ("Mounstruo" en portugués), para la adaptación animada de Disney de dicha novela (1940)


Otro ejemplo (seguramente entre millones) menos conocido pero igualmente sangrante, es aquel que podemos encontrar en el videojuego japonés "The New Zealand Story" (Taito, 1988), en el cuál el interior del cetáceo se muestra como un entorno en el cual cuya vida corre peligro en todo segundo, debido a las incesantes gotas ácidas de las cual debe huir.



Y la verdad, para ser franco, yo hasta hace poco también creía esos cuentos chinos. Y es que hasta hará unos 40 años, los ojos de los arquitectos vanguardistas, los próceres de la habitabilidad, o como algunos gustan en llamarles, los nuevos italianos, no habían todavía posado sus ojos y sus mentes en todas las posibilidades de esta concepto de morada. Pero en los últimos tiempos, el desarrollo, la mejora, tanto en comodidad banal como en infraestructura básica, de este tipo de entornos se ha asemejado a una función exponencial, y ni siquiera las ballenas de estilo mal llamado vintage se asemejan en absoluto a lo que eran hace menos de medio siglo.

Desgraciadamente, mucha gente no lo sabe, y tuve que soportar muchas críticas, algunas preventivas, otras malintencionadas, cuando decidí iniciar esta nueva etapa de mi vida. Algunas de estas fueron:

- Que si habrá el mal olor.
- Que cómo secaría la ropa.
- La terrible inconveniencia de levantarse con diez minutos para llegar a la Universidad y descubrir que el animal está en altamar.
- Que el TDT no llega ahí.
- Que sus procesos digestivos corroerían mí cuerpo.
- La falta de luz y agua potable.
- La polémica a la hora de decidir si todos los habitáculos ballena deben formar una sola circunscripción electoral.

Si bien algunas de ellas pueden ser verdaderas, lo cierto es que yo también podría encontrar críticas igual de sangrantes o más incluso en el tipo de vivienda terrestre habitual. La diferencia entre ellos y yo es que yo no tengo intención en que la gente empiece a encontrar defectos en sus casa y amargarse así la vida. Y otras son directamente falsas. Por ejemplo, el gobierno español está dando pasos agigantados para llevar la nueva Televisión Digital Terrestre a todos sus ciudadanos que hayan decidido morar en casas-cetáceo.

Yo prefiero quedarme con sus cosas buenas, y dicho sea de paso, aprovechar las malas. Esta visión tercermundista que tiene la sociedad general permite gozar de ciertas ayudas sociales, y francamente, me extrañaría que alegando mi nueva residencia, se me niegue cualquier tipo de ayuda económica de cara a empezar el máster.

2 comentarios:

  1. El principal problema que yo veo en esta aventura en la que pareces decidido a embarcarte es la financiación. Ya te he comentado repetidamente que las entidades financieras y crediticias tienen una amplia experiencia en bienes inmuebles y arriendos de los mismos, pero no así en seres vivos.

    Las ayudas sociales a la vivienda de los gobiernos autonómicos, por ejemplo, especifican ciertas condiciones de construcción, distribución, habitabilidad, etc. que fueron pensadas para inmuebles terrestres o, en el mejor de los casos, casas flotantes. Un cetáceo no conseguiría entrar en ninguno de los parámetros recogidos por la legislación al uso.

    Por otra parte, no has pensado en dos inconvenientes bastante importantes: el tendido eléctrico y la incapacidad absoluta para mantener el pelo sin encresparse.

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  2. Pero es que no sé de dónde te sacas que quiero comprar la ballena. Yo sólo pretendo alquilar su interior, en un contrato de cinco años que se iría renovando año tras año a partir de ahí. Y bueno, no necesito ayuda. Compartiendo entre cuatro, nos sale por cabeza a 170 € por mes, lo cual es bastante rentable.

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